AUTOR: Rodrigo Silva Aguilar
Son la 1:00 p.m. de un día de la semana muy poco especial, el flamante sol provoca, a diferencia de otros días, mucho calor producto de un inestable clima típico de nuestra ciudad de la amistad. Es la hora de ir a clases, para eso debo salir almorzado de mi humilde hogar ubicado en la cuadra nueve de Francisco Cabrera para que después de caminar sin prisa durante 10 minutos a lo largo de cinco cuadras de la calle Tarata, llegue a la Avenida Bolognesi a la altura del popular centro comercial Real Plaza en donde las combis de ruta hacia las Universidades San Martín, Santo Toribio, Señor de Sipán o la zona de las Brisas esperan para subir apresuradamente pasajeros. La Universidad Señor de Sipán es mi destino.
Normalmente espero los minutos necesarios para poder subir a una combi en donde no haya exceso de pasajeros, esto si no estoy retrasado. El cobrador de una combi blanca con una franja azul deteriorada, empolvada y en muy mal estado baja rápidamente de esta que se ubica exactamente en medio de la pista con un semáforo en verde, lo que provoca que los carros que estén detrás de esta combi armen un escándalo al tocar desesperadamente su claxon en medio de un tumulto de autos a lo largo de la avenida, al mismo tiempo que esto sucede en medio de una tonta pelea con otros cobradores trata de subir mi persona a la fuerza a su vehículo de transporte, uno naturalmente fastidiado no le queda de otra que ingresar y, en mi caso, dirigirme hacia el sucio asiento de al fondo que está ubicado al lado de la ventana derecha que por cierto está algo rajada. Las combis, como toda la población chiclayana sabe, es una de las principales culpables del desastroso tránsito. Mientras uno va totalmente apretado dentro de una se va dando cuenta de cada falta o imprudencia que esta comente en el camino, no respeta señales, no respeta semáforos y lo más peligroso es que no respeta al peatón al subir su velocidad para ganar a una combi enemiga el pasajero. Imagínense si los choferes de combi fueran entrenados para ser profesionales de competencias automovilísticas, seriamos una potencia a nivel internacional, ningún automovilista profesional en el mundo podría con semejante grado de dificultad, ir a alta velocidad, esquivando baches y peatones y con 18 personas dentro. Es irresponsable.
Mencionábamos recientemente los baches. Chiclayo hoy en día es una ciudad en mal estado con respecto a sus pistas porque hay huecos y baches por todos lados producto de desgaste o porque la Municipalidad manda a arreglar las pistas para que luego hagan un hueco imposible para el tráfico y así den por culminado su trabajo para que como consecuencia haya exceso de autos en calles principales como en las del centro de la ciudad por ejemplo. Todo esto se puede ver en mi ruta de Bolognesi a la Sipán y recién estoy llegando a la esquina de la Casa Comunal ubicada en la cuadra 0 de Francisco Cabrera sabiendo que lo peor aún esta por llegar. La zona del banco de la nación.
Cruce de J. Leonardo Ortíz con la Avenida Salaverry |
El cruce de José Leonardo Ortíz con la Avenida Salaverry y el cruce de la Avenida Belaunde con Vicente de la Vega son dos de las peores zonas de Chiclayo con respecto al tránsito en donde los embotellamientos de autos son constantes durante la mayor parte del día. En el primer cruce mencionado de la Avenida José Leonardo Ortíz con la Avenida Salaverry es la ruta que sigue la combi en la que estoy establecido. El vehículo tiene que hacer una impresionante maniobra que consiste en una imprudente curva acompañada de un grupo de autos o combis que imitan la acción, a esto agregarle que el fin es poder ganarle el espacio a los otros conductores de combi en el paradero ubicado en la esquina donde está la gran tienda de electrodomésticos Electra. Aquí el cobrador de combi repite la operación anterior mencionada en la Avenida Bolognesi refiriéndome a bajar de manera rápida y casi brusca hacia personas en su mayoría escolares y ofrecer muy vulgarmente un asiento de su incómodo y viejo vehículo. Mientras que en el otro sentido de la Avenida J. Leonardo Ortíz el desagüe, como es natural en los últimos años, se averió y envuelve a la calle en un olor desagradable. Pero este cruce entre ambas avenidas no es el único problema, también mencione el cruce de la Avenida Belaunde con Vicente de la Vega que esta exactamente a una cuadra del cruce del cual estaba contando como era la horrible situación. En esta zona en mi posición de peatón y no como pasajero de combi o auto he sido testigo de muchos choques en su mayoría de no graves consecuencias, es decir choques pequeños pero usuales, esto se debe a una acumulación de autos de todo tipo en varias situaciones, autos que simplemente quieren seguir pacientemente su camino en línea recta durante toda la Avenida Belaunde y otros que quieren dar la vuelta abruptamente en u como parte de su recorrido. Pero el punto crítico de exceso de tránsito que alcanza está zona es cuando de la agencia de viajes terrestres Transportes Chiclayo ubicada en la misma avenida hace su ingreso o salida un bus rojo al cual la calle le queda muy chica y girar para corregir su curso hacia su destino parece casi una misión imposible por las siguientes razones: no puede dar la vuelta con totalidad debido a que al frente de este hay una masa grande de autos esperando impacientes que los vehículos crucen la avenida de manera horizontal frente a ellos, y la otra es que justo atrás de este bus hay otra masa mucho más grande de autos que provocan un sonido ensordecedor con sus claxons acompañada de una lluvia de insultos hacia el conductor del bus. Esta zona es imposible de cruzar para un peatón ya que, a pesar de haber un semáforo aparecen autos que pasan en diferentes direcciones. Si una persona trata de cruzar se estaría enfrentando directamente a un accidente fatal.
Siguiendo con mi travesía como pasajero de combi que sigue la ruta hacia la Universidad Señor de Sipán, ya estoy entrando a la carretera que se dirige a Pimentel, para ser precisos en el óvalo Santa Elena. Después de varios traumas provocados por el exceso de velocidad llegamos hacia este óvalo en donde con apuro se gira para ganar el carril adecuado de la carretera para subir pasajeros. Ya estamos llegando a la Avenida Tumbes y ya he contado conscientemente más de 5 agujeros de todos los tamaños (a pesar de que la carretera fue terminada hace muy pocos años atrás). De este punto hacia la Universidad Señor de Sipán muchos pasajeros suben y otros bajan, la carretera se vuelve exclusiva para la combi, pues esta se desplaza de la manera que quiere sin importarle el resto como si fuera el único vehículo que estuviera siendo conducido en ese momento, los rompe muelles uno a uno provocan que des un brinco de tu asiento que muchas veces termina con un golpe en la cabeza tras estrellarte con el techo de la combi producto de la velocidad.
Finalmente estoy llegando a mi destino, en el vehículo ya quedan muy pocos pasajeros, "bajo en la Sipán", le digo al cobrador, este le comunica al conductor y acto seguido se detiene a pocos metros de la puerta no sin antes haber salido de la carretera para estacionarse. Bajo impaciente y me dirijo a mi universidad. Son la 1:45 p.m.
Finalmente estoy llegando a mi destino, en el vehículo ya quedan muy pocos pasajeros, "bajo en la Sipán", le digo al cobrador, este le comunica al conductor y acto seguido se detiene a pocos metros de la puerta no sin antes haber salido de la carretera para estacionarse. Bajo impaciente y me dirijo a mi universidad. Son la 1:45 p.m.
Este temerario recorrido se repetirá nuevamente en el regreso, será historia de todos los días hasta que concluya todos mis ciclos universitarios. Nadie esta a salvo, el caótico transito vehícular en nuestra ciudad de Chiclayo permanecerá vigente no se sabe cuanto tiempo más, la imprudencia de conductores, la falta de policías de tránsito así como el escaso respeto hacia los peatones,semáforos o señales de tránsito, y las pistas en mal estado serán siempre las principales razones por las cuales Chiclayo jamás será una ciudad tranquila como todos deseamos. Mucho tráfico para un ciudad pequeña.
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